Vino cuando el cielo anunciaba tormenta.

No sé cómo llamarte y si alguna vez  supe tu nombre, a estas alturas eso me interesa poco. No sé por qué viniste a mi vida y esto tampoco quiero saberlo. Lo único de lo que estoy segura es que fuiste el único al que le hable de la razón de mis heridas, de a quien le pertenecían mis versos y por qué, a veces, la tristeza era una especie de cobijo para mí.

Si alguna vez me lees, no me preguntes por qué te he escrito aun sabiendo que ya te has ido. Necesitaba  despedirme de ti y sólo encontré esta manera de hacerlo. Llamaste a mi puerta siendo un desconocido y la cerraste siguiendo siéndolo; y eso fue lo mejor. No conocerte ha hecho que me dolieses menos.

Me acuerdo de ese día de tormenta en mi corazón y una calma, casi increíble en el cielo. Preguntaste hasta la saciedad por qué veías en mis ojos ese vacío infinito donde tú un día le pusiste el nombre de hogar. No sé cómo pero conseguiste aflojar un poco la soga, cuando sin querer responder a tu pregunta, me abrazaste.

Dijiste que daba igual si ganaba o perdía las batallas, tan sólo eran eso, batallas. Que lo importante era la guerra y tenía que ganar por todos los medios posibles; hiciste que sin que me diese cuenta en ese preciso momento, una pequeña flor volviese a crecer en mi jardín. Luego sonreíste. Y pensé que el mundo era cruel por no permitir que todos pudiesen ver esa sonrisa.

Estuviste demasiado tiempo en mi vida pero no lo suficiente como para conocerte y como dije antes: me alegro. Eso nos ahorró a los dos llorar más de lo permitido aunque no impidió que mi corazón diese un vuelco,  porque quiso escuchar tu risa un día de invierno y no pudo.

Hubiese preferido decirte hasta luego cuando vi que tus ojos se cerraban despacio porque necesitaban descansar, pero algo me decía que lo correcto era susurrarte un adiós a tu oído mientras me agarrabas fuertemente la mano, como cuando me repetías que yo era difícil de descifrar y quien consiguiese averiguar todas mis extrañezas y quererme con ellas, ganaría un gran tesoro; no sé si es cierto pero hoy en día, esas palabras alejan un poco la niebla.

Me acuerdo como si fuese ayer, la envidia que sentía porque te quedaban de lujo las ojeras como si fuesen una pulsera o colgante, un complemento más; era extraño. Tengo que confesarte, por si algún día consigues leerme, que echo de menos hablar contigo. Deshacerme con tu poesía de todas aquellas lágrimas que quieran hervir dentro de mí y notar como tu piel se eriza cuando las yemas de mis dedos recorren tu brazo, intentando convencerme de que  eras real.

Sé que te hubiera encantando despedirte. Sé que creías que después de cerrar ese día los ojos, volverías a abrirlos, a ver otro nuevo día tras las ventanas del hospital y sé que deseabas salir caminando de allí y conocerme un poco más pero no pudo ser.

Pude conocer a aquella chica del abrigo rojo que te rompió por primera vez el corazón o aquel día cuando creíste que vivías en una pesadilla, entre otras cosas, gracias a tus versos. Y es por eso  que retiro cuando dije que no te conocía porque sé que me equivoco.

Te conocí. Te conozco. Y te conoceré durante toda mi vida aunque ya no estas porque de noche sigo leyendo tus cuadernos, sigo en el intento de leerlos entrelineas y convencerme que si existe otra vida, volveré a encontrarte y esta vez, nos conoceremos mutuamente, yo con menos heridas y tú con unas inmensas ganas de disfrutar hasta el último ápice de la vida.

| via Tumblr - image

Ahora el mar es el único que consigue calmar sus demonios. El mece sus miedos y abraza su corazón aunque a veces, es culpable de las grietas que hay en su interior y de toda aquella arena que se acumula, impidiendo que el olvido abra la puerta. 
Ella no quiere olvidarle pero no sabe como pasar página sin hacerlo.

5 comentarios:

  1. Es un texto realmente precioso, me ha encantado el relato. Me ha recordado un momento pasado de mi vida.
    Un besazo <3

    ResponderEliminar
  2. Ay, dios. Qué dramático, qué nostálgico.
    Hay amores que están condenados al fracaso, aunque luches, aunque en el fondo exista el calor. Y por fuera, hiela. Tal vez esta no sea la vida. He utilizado el artículo determinado "la", no una cualquiera. Porque la vida llegará. Quizás en un sueño, quizás en otro mundo, donde no existan esas despedidas impronunciadas, donde los cuadernos sean eternos.
    Besitos :)

    Miss Carrousel

    ResponderEliminar
  3. Pedazo de texto. La verdad es que me causa muchas sensaciones diferentes y eso me gusta sentirlo cuando leo. Me quedo por aquí porque me gustan tus relatos. Un besito.

    ResponderEliminar
  4. Creo que una de las claves de la escritura es que lo que escribes transmita tanto que al lector -no siempre, claro- le dé miedo seguir leyendo.
    Tú lo tienes, tú no lo dejes.

    ¡Un millón de abrazos!

    ResponderEliminar
  5. Voy a serte sincera, me ha dolido leerte, me ha dolido por lo que has conseguido hacerme sentir, revivir, o cómo prefieras llamarlo. Cada palabra se me ha clavado más que la anterior, y ha sido tan increíble...

    Es tan difícil empatizar al 100% con un escrito, y sin embargo...

    Felicidades, me has ganado.. (Aquí me tendrás como fiel lectora)

    ResponderEliminar